Trilogía Alexia
“A veces uno cree
que tiene graves problemas, pero cuando miras bien y ves que tienes una familia
normal, que tienes salud y que no te falta lo más básico, el resto deja de
tener importancia. Todos tenemos problemas, malos rollos y cosas que nos
preocupan, pero ¿hasta qué punto son tan importantes?”
“Tanta gente en el
mundo y yo sintiéndome tan sola.”
“Pero si lo piensas
bien, ¿a quién tenemos realmente a nuestro lado en los momentos difíciles?
Conocemos a mucha gente, tenemos muchos colegas y a bastantes les llamamos
amigos, pero ¿quién se moja por ti cuando es necesario? ¿Quién te acompaña en
los momentos difíciles pasando del chico de sus sueños?”
“Yo me equivoqué
contigo y quiero remediarlo. No te diré que si volviera hacia atrás no había lo
mismo porque te mentiría. El dolor nos deja ciegos y yo apenas veía nada más
allá de mi sufrimiento. Fui egoísta, pero no con alevosía, era lo que sentía,
sin más.”
“Antes que nada,
una debe quererse a sí misma, después vienen los demás. ¿Morir de amor? En plan
metafórico mil veces, pero en la realidad ni loca.”
“Una madre no lo es
porque lo diga un papel, una madre lo es porque daría la vida por ti, porque te
ama por encima de todo, por encima de su trabajo, de sus pasiones, de su propia
vida… Es un amor incondicional.”
“Eran esos pequeños
momentos de risas al unísono los que me hacían sentir más cerca de ella que
nunca. Mi mejor amiga. Era algo que todo el mundo había tenido a edades muy
tempranas, ¿verdad? No era mi caso, para mí era algo bastante reciente. Y
cuando sentía esa complicidad con ella, con unas risas, con unas miradas, con
un simple comentario… Era algo que me llenaba tanto que pensaba que no quería
separarme de ella jamás.”
“A veces me reñía a
mí misma por querer comérmelo todo yo sola. Tenía más que comprobado que
compartir mis miedos, mis dudas y mis pensamientos con ella era la mejor
terapia que podía seguir, pero me costaba hacerlo, no estaba acostumbrada y me
resultaba difícil abrirme a los demás.”
“Ella sabía que escondía
algo y por eso procuraba hacerme sentir cómoda. Lo veía en su mirada de “cuando
quieras me lo cuentas”. Jamás nos presionaba ni nos obligaba a explicarle nada.
Éramos nosotros los que acabábamos abriéndonos a ella para saber su opinión.
Era una mujer paciente, cariñosa y muy comprensible. No nos juzgaba y siempre
tenía buenos consejos que ofrecerte.”
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